El verano está a la vuelta de la esquina y mi gimnasio local ofrece clases con la intención de tener nuestros “cuerpos de playa”.

De esta y muchas otras maneras, hay mucha presión para asegurarnos de que luzcamos físicamente atractivas desde una perspectiva mundana. Pero es una búsqueda desalentadora. Casi a diario, me miro al espejo y observo una nueva arruga en mi rostro o una cana rebelde que aparece, lo cual no refleja a las mujeres que suelo ver en pantallas y vallas publicitarias.

Es difícil no dejarse llevar por la idea de que un cuerpo físico “más atractivo” y en forma resolverá nuestros problemas, ya sean relaciones románticas, confianza en uno mismo o enfermedad. Y la cantidad abrumadora de consejos sobre nuestro cuerpo puede hacer que nos preocupemos por las elecciones diarias que hacemos en lo que respecta a la alimentación y el movimiento.

Lo que promete libertad y felicidad nos deja atrapadas en una espiral descendente de descontento. Y, en última instancia, si somos honestas, sabemos que la belleza física se desvanecerá y nos dejará decepcionadas.

Jesús sabía que estaríamos tentadas a preocuparnos por nuestros cuerpos. Pero Él quiere que confiemos en Él en lugar de confiar en las promesas de un mejor ejercicio o dieta (Mateo 6:25-27). Aquel que cuida de los pájaros del cielo y de las flores del campo se preocupa aún más de nosotras. Jesús vino para liberarnos del poder del pecado y de la muerte, para liberarnos de la esclavitud de todos nuestros miedos y fracasos. Jesús nos da la esperanza de que podemos caminar en la libertad, la paz y el gozo que solo Él puede brindarnos, si estamos dispuestas a dejar que Él nos enseñe.

Para ayudarnos, Jesús levanta nuestros ojos hacia arriba y nos da una nueva prioridad:

Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, entonces todas estas cosas les serán añadidas (Mateo 6:33).

Buscar la voluntad del Señor por encima de la nuestra nos ayuda a mantener una perspectiva eterna. No nos dejaremos atrapar por la próxima gran moda ni nos consumiremos por perder 5 kilos, porque nuestros corazones y mentes están fijos en cosas más importantes.

Nos enfocamos en los supuestos defectos, pero Dios quiere que estemos agradecidas por los cuerpos que Él nos dio.

Entonces, ¿qué pasaría si, en lugar de quedar atrapadas en lo que nuestros cuerpos no pueden hacer o en cómo nos gustaría que se vieran, buscáramos razones para estar agradecidas por los cuerpos que tenemos? ¿Por el aliento de nuestros pulmones, por los corazones que bombean sangre vivificante por todo nuestro cuerpo? ¿Por las líneas de expresión de innumerables momentos de alegría, por nuestros labios que pueden compartir las buenas noticias de Jesús con nuestros vecinos?

Cuando buscamos el Reino de Dios por encima del nuestro, nuestros ojos se elevan por encima de nuestra cintura y buscamos usar nuestro cuerpo para glorificar al Señor.

Querido Señor, ayúdame a levantar mis ojos de mí misma y mirarte a Ti. Ayúdame a valorar lo que Tú valoras y a estar agradecida por quien me creaste para ser. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

2 Corintios 4:16, Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día. (NBLA)

¿Cuál es una forma en la que puedes estar agradecida por el cuerpo que Dios te ha dado? ¡Háznoslo saber en los comentarios!

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