Devocionales

Cómo mantener tu corazón abierto a nuevas amistades después de haber sido lastimada

Elizabeth Laing Thompson 31 de octubre de 2023
»Me dije a mí mismo: ‘¡Cómo quisiera tratarlos como a mis propios hijos!’ … Esperaba con anhelo que me llamaran ‘Padre’, y quise que nunca se alejaran de mí. Jeremías 3:19 (NTV)

El dolor me atraviesa cada vez que extraño a esa amiga, escucho su nombre o veo su foto en las redes sociales. Solíamos tomar café, compartir la vida y risas… pero ya no. Ambas cometimos errores en nuestra amistad y ahora la brecha entre nosotras se siente como un abismo que temo que nunca cruzaremos.

Cuando una amistad termina, las consecuencias pueden ser miserables. La inseguridad, la vergüenza, el remordimiento, el dolor, el miedo (todos los peores sentimientos)… se unen contra nosotras y se enrollan alrededor de nuestros corazones, las ataduras del dolor. Quizás lo más triste de todo es que la pérdida de una amistad puede robarnos nuestra inocencia infantil, la apertura de corazón que una vez nos permitió hacer una amiga en el patio de recreo y amarla instantáneamente para siempre, y para completar la relación, una pulsera de la amistad.

Si no tratamos la pérdida de amistad con oración, buscando crecer y ser sanadas, nos puede paralizar emocionalemente. Puede hacer que nuestros corazones se escondan, atrincherados detrás de muros blindados. Añoramos la amistad, anhelamos volver a intentarlo, pero el temor nos bloquea. Estar sola puede ser solitario, nos decimos a nosotras mismas, pero al menos es seguro.

¿Cómo podemos mantener nuestro corazón abierto a nuevas amistades después de haber sido lastimadas? ¿Podemos mantener nuestros corazones abiertos? Creo que podemos hacerlo, siguiendo el ejemplo de optimismo, vulnerabilidad y valentía de nuestro Padre celestial. Escucha el ruego conmovedor de Dios a Su pueblo errante, Israel:

»”Me dije a mí mismo: ‘¡Cómo quisiera tratarlos como a mis propios hijos!’. Solo quería darles esta hermosa tierra, la posesión más maravillosa del mundo. Esperaba con anhelo que me llamaran ‘Padre’, y quise que nunca se alejaran de mí. Sin embargo, me fuiste infiel, ¡pueblo de Israel! … «Vuelvan a mí, hijos descarriados—dice el SEÑOR—, y les sanaré el corazón extraviado» (Jeremías 3:19-22a, NTV).

Dios ha sido lastimado por el conflicto relacional. Ha sido decepcionado. Ignorado. Insultado. Abandonado. No hay traición ni dolor que experimentemos que Dios no haya sentido 10 millones de veces.

Y aún así… a pesar de todo, Dios todavía ama. En lugar de detenerse y darse por vencido, Él sigue intentando. Él mantiene Sus brazos y Su corazón, abierto a nuevas posibilidades. ¿Por qué? Porque Dios atesora las relaciones. Y los que le aman le deleitan tanto que irrumpe en canto (Sofonías 3:17).

¿Cómo puede el ejemplo de Dios ayudarnos a ti y a mí a recuperarnos de las heridas de nuestra amistad?

Primero, la perspectiva de Dios puede avivar nuestro optimismo, recordándonos lo llenadora que puede ser una relación sana. “Esperaba con anhelo que me llamaran ‘Padre’”, Dios dijo en Jeremías 3:19… me lo imagino sonriendo ante el pensamiento.

Nuestros anhelos hacen eco a los de Dios: sólo quiero que alguien me llame “amiga”. Queremos amigas que nos hagan reír entre lágrimas de estrés, que sean nuestros pilares de oración durante los grandes acontecimientos de la vida, que nos aseguren: «Eres normal. Yo también he pasado por eso». Esas amigas no tienen precio y vale la pena buscarlas. Vale la pena dejar de lado nuestra armadura.

A partir de ahí, imitemos la valentía del Padre en iniciar amistades. Si eres como yo, es posible que desees que Dios te entregue una nueva amiga directamente en la puerta de tu casa (idealmente con chocolate y café en mano), pero, por desgracia, normalmente no funciona así. No podemos hacer nuevas amigas si no nos esforzamos.

Si ese pensamiento te parece intimidante, recuerda: está bien empezar poco a poco. No tienes que andar contando la historia de tu vida a extraños; simplemente esfuérzate uno o dos pasos fuera de tu zona de confort. Pídale a una compañera de trabajo que se reúna contigo para tomar un café, intercambia números con la chica amigable en el tapete de yoga a tu lado o comparte una verdad que no sea muy aterradora y que brinde a una amiga potencial una visión más profunda de tu corazón.

Proverbios 12:26 nos dice, “El justo es guía de su prójimo” (NVI). Es sabio conocer a las personas gradualmente y compartir más a medida que la relación madura y descubrimos que una persona es realmente digna de confianza.

Como nuestro Padre, podemos seguir buscando nuevas amistades incluso después de haber sido lastimadas. Podemos orar por nuestros esfuerzos, pidiéndole que nos guíe. No todos los riesgos darán sus frutos. No todas las vulnerabilidades serán correspondidas y no todos los esfuerzos descubrirán el tesoro de una amiga de corazón… pero algunas sí lo serán. Y cuando así sea, como nuestro Padre y con nuestro Padre, podemos cantar con alegría.

Padre, gracias por preocuparte por mis amistades. Por favor ayúdame a superar mis heridas y temores para poder permanecer abierta a nuevas amistades. Por favor guíame y protégeme mientras busco la alegría de la amistad, y gracias por ser mi amigo más fiel. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Sofonías 3:17, “El SEÑOR tu Dios está en medio de ti, Guerrero victorioso; Se gozará en ti con alegría, En Su amor guardará silencio, Se regocijará por ti con cantos de júbilo”. (NBLA)

¿Cómo te han ayudado los pequeños pasos de valentía en formar amistades? Comparte tus pensamientos en los comentarios.

© 2023 por Elizabeth Laing Thompson. Todos los derechos reservados.


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