Devocionales

Cuando un chicle me enseña sobre gratitud

Meredith Houston Carr 26 de noviembre de 2020
Así que, al verlo, Pedro le dijo a Jesús: —Señor, ¿y qué de este? Jesús le dijo: —Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene esto que ver contigo? Tú, sígueme. Juan 21:21-22 (RVR1995)

«¡Ya quiero tener una bola de chicle! ¡Y te prometo, mamá, que voy a ser feliz con cualquier color que me toque!»

Los grandes ojos azules de mi hija brillaban cuando entramos en nuestra pizzería favorita, con una gigantesca máquina de chicles clásica. Por mucho que lo intentan, mis hijas nunca consiguen controlar el color que la máquina roja arroja, lo cual regularmente provoca un desastre.

Pero ese día, me sorprendió la resolución de mi hija de evitar ese berrinche y aceptar con gratitud cualquier color que obtuviera. Y, cuando una bola de chicle azul brillante salió de la máquina,, ella la aceptó felizmente y la empezó a masticar.

Todo iba de acuerdo al plan... hasta que la moneda de su hermana pequeña produjo la preciada y muy codiciada recompensa entre las niñas: un chicle brillante y rosado.

 

Y como era de esperarse, mientras mi hija pequeña bailaba con alegría, su hermana mayor lloraba como si su corazón se partiera en dos: «¡Pero yo quería rosa!»

Pasé los siguientes 30 minutos consolándola y ocultando la frustración que yo sentía a la misma vez. ¿No era sólo un chicle? Pero en el tranquilo viaje de regreso a casa, el Señor me habló profundamente al corazón: al final de cuentas, en realidad no eres tan distinta.

¿No es esta la misma reacción que nosotras tenemos? Estamos satisfechas y agradecidas... hasta que empezamos a mirar a nuestro alrededor. Damos gracias por lo que tenemos ... hasta que navegamos en las redes sociales y vemos lo que otros tienen. De repente, nuestro "chicle" no se ve tan atractivo. 

>La comparación comienza su fea sacudida dentro de nuestros corazones. Empezamos a pensar que la vida sería mucho mejor si sólo tuviéramos su trabajo, matrimonio, hijos, casa, apariencia, etc. Antes de darnos cuenta, nosotras también nos encontramos quejándonos y lamentándonos de lo que tiene otra persona.

El Evangelio de Juan registra una situación similar entre los discípulos de Jesús. En el capítulo 21, vemos a Jesús reintegrar a Pedro concediéndole una nueva comisión después de que él negara trágicamente a su Salvador.

La mala noticia fue que esta comisión llegó con un final no muy deseable: aunque Pedro tendría un increíble ministerio durante décadas, finalmente seguiría los pasos de su Salvador y experimentaría la muerte en una cruz. 

En nuestro versículo clave, vemos a Pedro comparando su suerte con los que le rodean. A pesar de que a Pedro se le había dado el amor y el perdón de su Salvador y la promesa de un ministerio fructífero, se puso en el lugar de Juan, el discípulo "amado":

“Así que, al verlo, Pedro le dijo a Jesús: —Señor, ¿y qué de este? Jesús le dijo: —Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene esto que ver contigo? Tú, sígueme.” (Juan 21:21-22)

Uff. En su suave pero firme manera, Jesús dirigió la mirada y la gratitud de Pedro hacia Él. Le recordó a Pedro lo que nosotras también necesitamos desesperadamente: el trabajo de Dios es ser Dios. Nuestro trabajo es seguirle fielmente en el camino que tenemos delante, con baches y todo.

Cuando nosotras, como Pedro, quitamos los ojos de Jesús y nos centramos en los regalos que vemos recibir a los demás, caemos directamente en la trampa del enemigo. Como mi joven hija, perdemos de vista los buenos y bondadosos regalos que Dios nos ha dado. En cambio, empezamos a creer la mentira de que todos los demás tienen una vida mejor.

Querida, Dios es inquebrantablemente bueno con todas y cada una de sus hijas. Él no es injusto, no es cruel o propenso al favoritismo. Debemos dejarle ser Dios mientras que nosotras sencillamente lo seguimos con un corazón agradecido y confiado.

La difícil pero liberadora verdad es que es irrelevante de qué color sea el "chicle" de otra persona. El mantener una gratitud vertical nos pone en un camino de paz y satisfacción.

Hoy, fijemos nuestra mirada en nuestro amoroso y generoso Padre y elevemos las alabanzas por todo lo que ha hecho. Aferrémonos a la verdad de que, "El Señor es bueno con todos; Else compadece de toda su creación." (Salmo 145:9, NVI)

Hay tanto por lo que podemos estar tan agradecidas si tenemos los ojos para verlo.

Padre celestial, gracias por consentirme con buenos regalos. Perdóname por compararme con otros, y ayúdame a simplemente seguirte. ¡Que yo pueda mantener mi gratitud hacia lo alto!! En el Nombre de Jesús, Amén.

Verdad para hoy

1 Crónicas 16:34, ¡Alaben al Señor porque él es bueno, y su gran amor perdura para siempre! (NVI)

1 Tesalonicenses 5:16-18, Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús. (NVI)

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¡En este Día de Acción de Gracias en los EE.UU., Proverbs 31 Ministries y el equipo de Encouragement for Today queremos decirte que estamos muy agradecidas por ti desde el fondo de nuestros corazones! Gracias por ser fiel a la lectura y por ser parte de esta comunidad centrada en Cristo. ¡Que Dios continúe bendiciéndote y revelando todas las bendiciones que ya te ha dado!

Reflexiona y responde

¿Por qué estás agradecida hoy? Aunque tus circunstancias no sean las ideales, ¿cómo te ha bendecido Dios en medio de estas? Comparte con nosotras en los comentarios.

© 2020 por Meredith Houston Carr. Todos los derechos reservados.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

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