Devocionales

Dios te ve y te escucha

Laura Bailey 16 de noviembre de 2020
Puse en el SEÑOR toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Salmo 40:1 (NVI)

Sentada en el suelo del baño con las mejillas manchadas de rímel, sollocé. «Señor, ¿te importan mis problemas?»

Tan pronto como las palabras salieron de mis labios, la culpa se apoderó de mí. Mujeres que quieren hijos y sufren de infertilidad, personas que necesitan su cheque de pago y pierden sus trabajos, personas sin hogar buscando un lugar para dormir en la calle. Mientras tanto, me lamentaba porque mi niño no se quedaba dormido en la noche, mi marido trabajaba hasta muy tarde, y una casa desordenada que parecía imposible de mantener organizada y reluciente.

Sin duda, mis momentos de angustia palidecen en comparación con los de la mayoría de la gente, pero ¿quiere decir que Dios se preocupa menos por ellos o por mí? ¿Me ve como una llorona y egoísta porque me siento descontenta, o clamo por consuelo en circunstancias que me provocan angustia?

Cuando me encuentro desanimada y descorazonada abro el libro de los Salmos. El setenta por ciento del libro describe aflicción y lamento, una expresión de gran dolor o tristeza. Siglos antes de que viviera el famoso músico de blues B.B. King, estaba David, un verdadero “Rey de los Blues”. Leer los Salmos es como leer el diario de David. Revela sin edición ni filtro su relación con Dios, llena de intensos altibajos.

El Salmo 40 ofrece una mirada íntima a la súplica de David al Señor para que lo salve, así como la amorosa y compasiva respuesta de Dios: “Puse en el SEÑOR toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.” (Salmo 40: 1). David afirma además que Dios le sacó de “la fosa de la muerte, del lodo y del pantano”, y puso sus pies sobre una roca, haciendo sus pasos firmes y seguros (NVI).

En lugar de simplemente agradecer al Señor y seguir adelante, David alabó a Dios por Su fidelidad, justicia y amor en los siguientes catorce versículos. David no solo le había pedido a Dios librarlo en esa única ocasión; le había implorado que no se negara a tener misericordia y que le rescatara una y otra vez, y así lo hizo Dios.

La maternidad me había dejado en el suelo del baño, agotada y desesperada, anhelando un descanso. Sintiéndome atrapada, oré para que Dios de alguna manera me abriera el camino para tener tiempo y recargarme. Pasó el día, llegó la noche y un nuevo amanecer trajo los conocidos lamentos de mi niña.

Excepto que esa mañana, mi bebesita no era la única que exigía mi atención; el teléfono estaba sonando. Una señora de la iglesia llamó para invitar a mis hijas en la tarde. Luego una amiga me llamó sugiriendo que me ayudaría mucho una noche sin cocinar o limpiar. Minutos después, mi esposo envió un texto diciendo que su reunión de la tarde había sido cancelada y que sería buena idea que yo me “tomara la noche libre” y saliera con una amiga.

Al instante, pensé: ¡Ahhh! No puedo creer cómo todo está funcionando bien hoy. ¡Qué suerte! No fue suerte. Fue un Padre celestial misericordioso que escuchó mis gritos y orquestó la manera de sacarme de mi “lodo y pantano”.

Amiga, no sé qué pesa en tu corazón, pero estoy segura de lo siguiente: Dios te conoce y se preocupa por ti, incluidas tus cargas, pesadas o ligeras.

Nuestro Padre celestial nos creó para el compañerismo. Nos ama y desea una íntima relación con nosotras. Él se deleita en nuestro canto, alabanza y gritos de acción de gracias a Él, pero también quiere que le busquemos cuando estamos heridas, molestas y consternadas por cosas de la vida. Invoca al Señor; Él te ve y te escucha.

Padre Celestial, gracias por ser nuestro ayudador y libertador cuando tenemos problemas. Deseamos tener una relación profunda y cercana contigo en tiempos de dolor, así como en tiempos de alegría. En el Nombre de Jesús, Amén.

Verdad para hoy

Salmo 46:1 — Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia. (NVI)

Filipenses 4:6 — No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. (NVI)

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© 2020 por Laura Bailey. Todos los derechos reservados.

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