Devocionales

El ladrón del que nadie habla

Alicia Bruxvoort 18 de junio de 2020
Así que ahora ustedes los gentiles, ya no son unos desconocidos ni extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios. Efesios 2:19 (NTV)

«Recuerden», animé a mis pequeños mientras iba conduciendo nuestra furgoneta por la carretera serpenteante que nos llevaría a la casa de mis abuelos. «Al abuelo Jim le encanta verlos, pero puede ser que no se acuerde de sus nombres. Así que sigan recordándole quiénes son ustedes».

Vi en el espejo retrovisor a mis hijos asintiendo sinceramente con sus cabezas. Ellos sabían que la memoria del abuelo Jim se había desvanecido, pero no la chispa de sus ojos. Ellos sabían que él puede ser lento en acordarse de nuestros nombres, sin embargo era rápido al ofrecernos un sitio en su mesa.

Ellos sabían que abuelo Jim haría las mismas preguntas una y otra vez y seguramente contaría la misma historia unas cuantas veces. Pero sabían también que él prestaría atención a su charla y se deleitaría en su compañía.

«Está bien, mamá» dijo mi hijo Joshua, con todo la sabiduría de un niño de 4 años. «Puede que abuelo Jim no se acuerde de mi nombre, pero nunca se olvida de darme caramelos».

Aunque el abuelo Jim está ahora en su hogar celestial, todavía me acuerdo de él sentado en la humilde mesa de la cocina con el plato de caramelos en sus manos y una risa en sus labios. Todavía tengo la imagen de cómo una dulce sonrisa se extendía por todo su rostro arrugado mientras escuchaba los cuentos de los pequeños.

Sobre todo, todavía escucho la manera en que él pausaba una conversación alargando sus palabras y con una simple disculpa decía: «Sé que ya me lo has dicho, pero recuérdame una vez más quién eres».

La humilde admisión del abuelo Jim me recuerda que el olvido y la falta de memoria no es algo que sólo aflige a quienes tienen muchos años de edad y son cortos de memoria. El olvido ataca a cada hijo de Dios que presta atención a las burlas del mundo en lugar de la Verdad de la Palabra.

Cuando dejamos de recordar la Verdad de las Escrituras, nos convertimos en víctimas de la amnesia espiritual. Tristemente, este tipo de falta de memoria no es solo un ataque contra nuestra memoria – es un ataque contra nuestra identidad.

El olvido susurra que “no pertenecemos”, aunque la Palabra nos recuerda que somos miembros de la familia de Dios. (Efesios 1:5)

El olvido nos mofa, haciéndonos pensar que “no somos suficientes”, aunque la Palabra nos asegura que estamos completas en Cristo. (Colosenses 2:10)

El olvido declara “eres culpable”, aunque la Palabra nos proclama libres de toda condenación. (Romanos 8:1-2)

El olvido insiste que no somos amadas, aunque la Palabra declara que nunca podemos ser separadas del amor de Dios. (Romanos 8:35)

El olvido nos valora como un desastre, aunque la Palabra nos afirma una obra maestra. (Efesios 2:10)

El olvido no solo impacta nuestras conversaciones o confunde nuestra conciencia, el olvido confisca nuestra confianza y saquea nuestro propósito, obstaculiza nuestra esperanza y saquea nuestra paz.

Quizás por esa razón en el libro de Efesios, el apóstol Pablo nos anima a recordar quiénes somos y a Quién pertenecemos.

Primero, él nos recuerda de nuestra cercanía a Jesús – Él nos ha acercado.

…pero ahora han sido unidos a Cristo Jesús. Antes estaban muy lejos de Dios, pero ahora fueron acercados por medio de la sangre de Cristo (Efesios 2:13, NTV).

Luego, nos asegura de nuestra posición en Jesús – somos miembros de la familia de Dios.

Así que ahora ustedes los gentiles, ya no son unos desconocidos ni extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios (Efesios 2:19, NTV).

Y finalmente, él confirma nuestro propósito en Jesús – nosotras debemos vivir en la luz.

Porque ustedes antes eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz (Efesios 5:8, NVI).

El apóstol Pablo sabía que nuestra mejor protección contra el ladrón del olvido es la Verdad de las Escrituras.

Así que, vamos a abrir nuestra Biblia hoy, queridas amigas, y leamos para recordar. Vamos a elegir creer que somos quien Dios dice que somos y tratar de vivir conscientes de nuestra cercanía, posición y propósito en Cristo.

Y en aquellos momentos cuando nos sentimos olvidadizas, vamos a convertir las palabras de un querido abuelo en nuestra propia oración sincera…

Querido Jesús, sé que Tú ya me lo has dicho, pero hazme recordar una vez más quién soy. En el Nombre de Jesús, Amén.

Verdad para hoy

Romanos 8:14, Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. (RVA–2015)

2 Corintios 10:5, Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo. (NVI)

Recursos Adicionales

De la misma manera que debemos recordar quiénes somos en Cristo, debemos también acordarnos de quien es Dios. Lee el reciente devocional de Arlene Pellicane, Correr la carrera para recordatorios del carácter de Dios que te ayudarán a correr bien la carrera.

Reflexiona y responde

Esta semana, lee el libro de Efesios (o quizás solo una parte, aunque ¡sólo tiene seis capítulos!). Y luego escribe los versículos que declaran quien Dios dice que eres. Usa estas verdades para librar una guerra contra la amnesia espiritual.

De los tres versículos que Pablo usa para recordarnos de nuestra cercanía, posición y propósito en Cristo, ¿cuál de ellos necesitas tomar más en serio hoy? ¡Comparte tus pensamientos en nuestra sección de comentarios!

© 2020 por Alicia Bruxvoort. Derechos reservados.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

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